Bibiana Faulkner, DF.
Era mucho mejor al hablar que al escribir. Los escritores tenemos la cualidad maldita de no ser buenos para nada más que para escribir (y en mi caso, hacer el amor) ese chavito un día vino a mi casa y me ayudó a ordenar el cuarto. Sabía que los sábados son para drogas, alcohol y mujeres y que andando pea mi recámara la hago mierda. Él tenía esos gestos, y sin darte cuenta ya estaba metido en tu grupo y en tu vida. Le das un dedo y te arranca el brazo. Él dice que yo lo leí, pero la neta no lo recuerdo. Yo creo que lo inventó, o tal vez no, todo es posible. A veces creo que tiene la capacidad de crear historias tan bien que uno decide creerse la mentira, además de que me citaba con unas frases preciosas que no recuerdo haber escrito, la neta. Lo que sí es que carecía de estilo y la gramática era un asco, te lo digo era mejor hablando. Recuerdo que pasaba mucho rato callado y hablaba sólo para encender la conversación otra vez con una referencia o algo, y lo mejor es que siempre te hacía sentir que tu eras el ser más brillante del universo. ¿Era algo natural o premeditado? No sé, pero lo hacía hasta con los vagabundos o borrachos. A veces me sentía tonta por creerme inteligente cuando el me hacía sentir así.
Como escritor era un impostor, sería un fantástico entrevistador de televisión.
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